miércoles, 27 de abril de 2011

Falsa redención

Y mi mano voló sobre la suya, para detenerse nuevamente entre sus dedos y sentir lo que no imaginaría sentir: sus carnes. Ella, tan dulce y sencilla, con esos brazos redonditos, blandos, suaves, por donde corren sus venas, el latir de su corazón... Es el alma lo que se me escapa, es su sangre, son las caricias de los sueños, su rostro en la profunda y tenebrosa oscuridad, el sonido de una lluvia que soy incapaz de ver, pero que sin embargo siento a cada gota en mis hombros, que cada día me son más pesados, culpa de una carga insoportable, de un sueño inacabable, de una pesadilla donde el único ser en pie soy yo, y los demás, empujados por un ente divino, llevados por el agua torrencial del río, a merced del viento y de las nubes, que los llevarán a cualquier parte menos a esta, donde yo habito, donde mi pena muere cada día un poquito más, hasta que no quede nada y no haga más que ceder a la luz, a ver la verdad, a contemplar el rastro que deja al marcharse por la misma puerta por la que mis deseos entraron... Entonces comprendo que la puerta de la vida es la misma que la de la muerte y que no venimos al mundo para algo en concreto, sino para para cruzarla, y para ver como la cruzan; que la vida no es la luz, sino la oscuridad, y que por ello mismo se dice que vemos la luz al final del túnel: la vida no es más que un oscuro, húmedo y tenebroso túnel que todos habremos cruzado cuando nos demos cuenta de que es hora de irse, de que ya nada nos retiene aquí, de que hemos muerto y ya no volveremos a sentir el aire entrar en nuestros pulmones, ni a ella entrar por aquella puerta. Pero soy feliz. Soy feliz porque al menos por un instante, por unos míseros minutos, he estado a su lado y he sabido qué se siente, qué es el amor, qué es ser correspondido. Y aunque todo eso sea una falsa redención, yo sé que nunca es lo que pudo haber sido, y con eso me basta para sentir de nuevo lo que sí ha sido, y no llorar más por los sueños.

1 comentario:

  1. Los sueños son bonitos, pero no hay que hacer de ellos parte consistente de nuestra vida, al final podemos estrellarnos de cara contra la realidad.
    Quiero decir que de vez en cuando se puede echar mano, pero no nos engañemos con sueños ni "falsas redenciones".
    Aunque es difícil, no lo niego.

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