miércoles, 2 de noviembre de 2011

Yo soy de mi casa

Hoy, mientras disfrutaba de un delicioso puré de verduras -ugh-, he oído por la televisión a un par de hombres inmigrantes, de Grecia, hablar de que se sentían completamente griegos y no se avergonzaban por lo que pasaba en su país. Uno era dueño de un restaurante donde sirve comida típica de su tierra. Tenía banderas de Grecia por doquier. Afirmaba una y otra vez lo patriótico que es. Lo respeto.

¿De dónde soy yo? Esa es la pregunta. Cada uno puede sentirse lo que quiera, pero la verdad más grande es que no eres de ningún lado. Has nacido en un habitáculo, dentro de una gran construcción, lo cual lo único que significa es que estás en un lugar donde han atendido a tu progenitora para que nacieras sano y salvo. Antiguamente los niños nacían donde nacían, ya fuera en la calle, en el campo o en casa (de estos hay algunos que siguen haciéndolo, ya no sin querer -un poco arriesgado en mi opinión-), y esas criaturas nacían igual que tú, y que todos. Así que por ahora no hay diferencia. Y claro está que, a escala más grande, has nacido en lo que llamamos socialmente una "ciudad", "pueblo", "aldea" o lo que sea, y si reducimos un poco más el zoom, en un "país", y aún más grande, un continente. ¿Qué determina esto? Bueno, lo primero es tu raza, ya que no son iguales las personas nacidas en el mundo occidental que las del oriental, por hacer una diferencia -si queréis cogemos a los mexicanos y a los brasileños, o a los rusos y los puertorriqueños-, física y culturalmente. Pero somos personas, humanos de un mismo planeta -si tuviéramos un planeta lleno de extraterrestres "amigos", seríamos todos de un mismo universo-.

El debate sobre la igualdad sigue abierto. Lo ha estado toda la vida. Ha sido alimentado por tanta diferencia discriminatoria entre razas, culturas y esas líneas invisibles que separan una zona terrestre de otra. Así, casi como los toros son criados "culturalmente" -la palabra "cultura" aquí no tiene nada que ver con algo relacionado a conocimiento, sino más bien atraso, incultura- para propiciarles dolor y sufrimiento a costa de diversión de unos cuantos, se han creado razas cuya única propiedad atribuida es la pobreza, razas destinadas al servicio, razas dirigidas a la guerra y razas dedicadas a gobernar el mundo. Y la patria nos demuestra por qué moriríamos, lo que somos y no ya de dónde venimos, pues esto es algo que no debería importar. No sé... tal vez no solucione nada eliminar las nacionalidades, no en sentido "localidad", esto es, yo he nacido en España y es allí donde tengo mi trabajo, seguridad social, DNI, casa, familia, y si voy a Japón seré un extranjero, sin nada; sino en el sentido de la superioridad que demuestra decir que no provienes del tercer mundo, o de la cultura gitana, y de atribuir cosas predestinadas -ya me entendéis, creo-. Pero sí estoy seguro de que sería un paso hacia delante en la lucha por la igualdad afirmar a cada instante que cada uno es de su propia casa. No puedo evitar decir lo que muchos habréis pensado: "Bienvenidos a la República Independiente de Mi Casa". Pero es que tiene toda la razón. Aquí, en mi casa, junto al resto de mi familia, y con los dueños de la misma, mis criadores, regimos nuestras propias leyes y hacemos lo que nos da la real gana. Y eso es todo lo que vengo a decir. Nada más.

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