Pues bien, igual sucede con todo: leyendo libros, viendo películas, estudiando materias -actualmente me sucede que de tanto estudiar derecho mercantil, todo lo relaciono con él-, escuchando música, jugando (sobre todo de niños, cuando no había fronteras entre la ficción y la realidad), etc., y con los sentimientos. Y es que, de igual modo que al escuchar una canción triste, sentimos melancolía, al pensar tristemente nosotros mismos nos ahogamos en esa tristeza, cuanto más nos adentramos en una cueva, más oscuros estaremos. Y el efecto inverso. Pues todo está en la mente, y nosotros tenemos el poder de controlarla, aunque de manera inconsciente la mayoría de veces. Así pues, con el fin de alcanzar nuestro punto de equilibrio, nosotros mismos hemos de ser capaces de administrarnos las dosis de felicidad y tristeza necesarias, para lo cual podemos dar lugar a las perspectivas de las que hablaba antes. Y pensando en positivo, recogiendo cualquier síntoma de felicidad y explorándolo a fondo, expandiéndolo, haciendo que tienda a infinito -y aquí tenemos la perspectiva matemática-, conseguiremos controlar la emoción y hacernos sentir mejor. Y si es necesario esto, aparca el sentimiento adverso, pues este será necesario cuando te sea dictado.
Hay muchas más claves para obtener la felicidad, claro está, de igual modo que claro está que puede que este método no sirva en absoluto. De todas formas no hay que entender únicamente el equilibrio entre felicidad y tristeza, para la obtención de una felicidad íntegra, que es lo que he tratado en estas dos últimas entradas, sino que también el equilibrio entre lo que es moral y lo que no, entre la confianza y los miedos -de estos cada uno tiene los que quiere-, entre el triunfo y el fracaso, el estrés y la tranquilidad, el amor y el odio -este tema me gusta en particular-, etc.
Espero que haya sido algo interesante, y que penséis en ello cuando estéis tristes, o penséis que vuestra felicidad es demasiado forzada. Gracias
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